La escuela Fuji

      4 comentarios en La escuela Fuji

Yo no entiendo de cosas complicadas. No soy complejo, no sé de excesos. A veces desearía que la vida fuese más sencilla, pero al menos considero que mi labor como arquitecto está en simplificarla, en reducirla a una esencia que permita el puro disfrute del detalle. Llegar a apreciar algo tan bello como en aquella escena de “El último samurái” donde el rebelde Katsumoto se emociona con la visión de unos almendros en flor…

La escuela infantil Fuji, de los arquitectos Takaharu y Yui Tezuka, ya ha sido publicada en diversos medios. En 2008 leí una entrevista a su director, pero es ahora cuando he podido leer la explicación que dan los propios autores. Como tantas veces, me maravilla esa sensibilidad japonesa que sabe relacionar cada explicación tecnológica con detalles de la vivencia propia y la de sus habitantes.

Se trata de un ejemplo más del grupo que denominé en un artículo anterior como “la casa que mira”, ese tipo de arquitectura sin fachada, sin sobre-presencia, arquitectura discreta que definía como “clara y sencilla, que fomenta el bienestar de sus habitantes mediante una experiencia visual casi sublime…” Aquí la experiencia es “vivir en la cubierta”.

El director de la escuela ya conocía una obra anterior de Tezuka: la casa-tejado, y el encargo no podía ser más claro: querían una casa-tejado para quinientos alumnos. Encontraron que la idea de arquitectura que enseñaba esta casa encajaba perfectamente con su sistema educativo (son seguidores del Método Montessori, que aboga por respetar el ritmo de cada niño, que descubran el mundo por sí mismos, haciendo hincapié en el comportamiento social y la creatividad).

Había que derribar la vieja escuela, quedando un solar complejo, unas edificaciones vecinas que evitar y tres grandes árboles que respetar. La idea surgió un día, mientras volvían de trabajar, en tren, el dibujo a lápiz de un óvalo que integraba esos árboles. Fue una idea simple que, tal cual, se escaneó y generó el proyecto. Como decía Takaharu: “la mano nos puede dar respuestas instantáneas que un ordenador no puede lograr…”

En este edificio no hay rincones ocultos, no hay finales de pasillo, no hay esquinas, todos los espacios están a la vista de todos. Tampoco hay paredes, en su lugar, los arquitectos idearon unas “cajas de madera para marcar cada aula… como un juego de construcción.” Los lavabos, al no haber paredes, se encuentran en mitad del espacio, son grandes y con grifos flexibles, y como dicen los autores “parecía más divertido compartir con los demás ese rato, hablando y chillando, en vez de lavarse de las manos de cara a la pared.” La iluminación artificial consiste en simples bombillas con cordones para su encendido y apagado, así como con regulador de intensidad, “lo que permite a los niños comprobar cómo se extingue la luz en una bombilla”.

La escuela sólo tiene un tobogán. La cubierta carece de juegos ya que en sí misma es un juego. Mientras se construía la escuela los arquitectos decidieron visitar la Casa Milà de Gaudí, sobre todo a pasear por su cubierta. Sus dos hijos, de uno y cuatro años, no dejaron de correr como locos, les fascinaba ese lugar… aunque carecía de juegos infantiles. En la escuela Fuji, los niños descubren un nuevo escenario no predeterminado por juegos creados por adultos, sino que son los propios niños los que encuentran por sí mismos nuevos lugares imaginarios. “El primer día se intentó enlazar a todos los alumnos en la cubierta. Los profesores les guiaron hasta ella pero no consiguieron que se colocaran como querían, por el contrario se juntaban en torno a los lucernarios. Se veían las cabezas de los amigos en las aulas de abajo y eso les parecía mucho más interesante. La cubierta está ligeramente inclinada y esta leve inclinación es suficiente para incitarles a correr… Dicen que hay niños que dan 30 vueltas a la cubierta por la mañana, pero es que 30 vueltas son 5500 metros y no existe ninguna escuela infantil en Tokio en la que los alumnos puedan correr esa distancia sin obstáculos.”

Como decía el director de la escuela: “…cuando llueve es divertido, estar en la cubierta es divertido, los árboles son también divertidos…” Está claro que esta escuela refuerza el sentimiento de comunidad. “Un día la escuela estuvo terminada. Quinientos alumnos de infantil estaban sentados en el alero. Mil calcetines bailaban en el alero. Nadie del equipo involucrado en la obra pudo contener las lágrimas de agradecimiento ante esta imagen.”

Los Tezuka concluyen categóricos: “La vida moderna está privando a los niños de disfrutar de sensaciones… Lo que queremos enseñar a través de este edificio es sentido común.”

Y los que no entendemos de cosas complicadas sin duda les agradecemos la lección.

Granero en equilibrio.

      No hay comentarios en Granero en equilibrio.

Granero en equilibrio

Vivir una experiencia arquitectónica de vanguardia es algo que no está al alcance de cualquiera…

Conscientes de esta realidad y con el fin de promover la arquitectura de calidad como experiencia accesible a todos los públicos nace Living Architecture,  una organización británica fundada por el «gurú» cultural de la BBC, Alain de Botton, que aglutina a un grupo de arquitectos de prestigio, críticos, diseñadores y promotores, todos ellos con el próposito de, a través de la reevaluación de zonas rurales, acercar las emociones que provoca la buena arquitectura bajo una propuesta de alojamiento vacacional.

Es el caso de la Balancing Barn, en Suffolk,  obras de los holandeses MVRDV & Mole, en la que ya se puede reservar unas vacaciones semanales a un módico precio. Esta reinterpretación del granero tradicional se introduce en la naturaleza con un voladizo de 15 metros de longitud, retomando el diálogo con la  linealidad de los caminos y paisajes del condado británico. En el interior los habitantes disfrutan de una conexión permanente con el entorno a través de los multiples puntos de vista y el sutil balanceo de la estructura. En el exterior un revestimiento de metal donde se reflejan los cambios de estación.

Toda una declaración de perfecto equilibrio.

Video: entrevista con el arquitecto Winy Maas (MVRDV).


Romper la trama.

      No hay comentarios en Romper la trama.

En 1893 Casimiro Meseguer proyectó una gran avenida con el fin de conectar los Jardines del Real con el borde marítimo de la ciudad. La Valencia fluvial y concéntrica quería afianzar su relación con el marítimo ya iniciada con el Camino del Grao (hoy Av. del Puerto). El ingeniero ideó un eje ajustado a la ortodoxia de finales del XIX, articulador de un nuevo ensanche sobre el que desarrollar un modelo de ciudad jardín. No fue así. El proyecto acusaba el conflicto que se producía al alcanzar la trama reticular de los «poblados marítimos» y, bajo la coartada de la no pertenencia de éstos al término municipal, dejó diferida y sin resolución la decisión más trascendente. Así fué aprobado, todo un despropósito.

En consecuencia la ciudad se ha visto abocada a largos años de controversias, debates y revisionismos sin alcanzar, no ya una solución técnica viable, que muchas se han propuesto, sino un acuerdo que permitiera materializar la misma. Porque el verdadero problema radica en que, cuestiones que nunca debieron abandonar el ámbito de lo disciplinar, donde pueden catalizarse y resolverse de forma natural, han quedado expuestas durante demasiado tiempo a la agresiva erosión del ámbito público, transformándose en vanal objeto de contienda política.

Blasco Ibañez hacia el mar

Blasco Ibañez desde Viveros hacia el mar.

Tras ciento veinte años y tres mil metros consolidados, el problema de la prolongación de la avenida de Blasco Ibañez hasta el Mar, abriéndose paso a través de la rígida trama del Cabanyal, está excesivamente contaminado como para poder resolverse satisfactoriamente. Quizás nunca se debió plantear un eje inconcluso, pero una vez iniciado su trazado éste debe concluirse de la mejor manera, y no puede aceptarse que un conjunto de políticos mantenga artificialmente la situación actual de degradación urbana y abandono de gran parte del Cabanyal.

Las ciudades, las tramas, los modelos de crecimiento se han superpuesto y articulado durante siglos, regenerando la vida que en ellos se desarrolla, transformándose para adaptarse a las nuevas necesidades sociales. Una transformación que debe hacerse con respeto hacia la historia, pero sin sometimientos, porque someterse es entrar en una vía muerta. Fué el caso de la centenaria Avenida Barón de Cárcer (Avenida del Oeste) de la que únicamente se ejecutó su primer tramo hasta el Mercado Central, quedando en el olvido las propuestas de los años 60 para que, cruzando el Barrio del Carmen, llegara hasta el viejo cauce del rio.

Esperemos que en esta ocasión sepamos, entre todos, romper la trama.

Blasco Ibañez y el Cabanyal

El Cabanyal interponiéndose en el trazado.

Posts relacionados: «Aquel paseo de Valencia al mar» (Los viajes de Genovés)

La libertad de Mr. Hulot

      No hay comentarios en La libertad de Mr. Hulot

Vivimos sumidos en la sociedad de la información y de los medios de masas, o más bien deberíamos decir «sometidos». La imagen lo invade todo, lo puede todo, lo es todo; y la arquitectura no escapa a este fenómeno. Los terminales mediáticos bombardean sin tregua las retinas de la sociedad con todo tipo de «casoplones», «supercasas» y » megaconstrucciones» convertidas en un objeto de consumo más, de embelesamiento; en un espectáculo vacío de expresión, incapaz de generar crítica, emoción y pensamiento.

Es un error concebir la arquitectura sólo a través de su  imagen, y no estamos hablando de cuestiones formales, sino de quedarse en lo superficial, de no trascenceder más allá del espejismo, en una cada vez mayor promoción por el culto a las apariencias, el peor enemigo de la buena arquitectura, porque sin duda alguna, lo mejor de la arquitectura no se puede retratar.

Moneo habla de la arquitectura del decoro, de lo justo, de nada más. Mantiene que una casa ha de ser capaz de absorber la personalidad de quien la habita, sin imposiciones por parte de la arquitectura, respetando la libertad del individuo de apropiarse del espacio. Sabia enseñanza. La arquitectura debe ser capaz de generar libertad.

Es la libertad que disfruta Mr. Hulot frente a la dominación que sufre la familia Arpel, atrapada en su ultramoderna vivienda, (en la genial «Mon Oncle» (1958) de Jacques Tatí). Una crítica a ese afán burgués por una fatua modernidad basada en las falsas apariencias, la depedencia excesiva de las tecnologías y la falta de referencias culturales.

 

 

Mr Hulot y Gerard

Mr Hulot y Gerard

Los faraones ya no viven en Tebas.

      1 comentario en Los faraones ya no viven en Tebas.
«Posiblemente para satisfacer a la persona o ente que la encarga hay una arquitectura que se fundamenta en la exhibición de los elementos que la determinan: arquitectura en cuanto a exhibición de poder económico, de medios técnicos, de conocimientos históricos, de remiendos compositivos; mira cuanto dinero, mira cuantos tubos de instalaciones, mira cuantos ejes, cuantos pilares o cuantas molduras.

Pero hay otra manera de hacer edificios, quizás no tan ligada a servidumbres profesionales o a un cierto concepto del trabajo, en la que precisamente de lo que se trata es de neutralizar y hacer irreconocibles esos instrumentos. En ella tal y como sucede en las actuaciones de los magos es fundamental que los instrumentos con los que se auxilia permanezcan invisibles, y que no se aprecie el esfuerzo o dificultad alguna en la ejecución del prodigio…»

Muchas mañanas al levantar la persiana de mi dormitorio y toparme con los «arquifactos» que se amontonan en la llamada Ciudad de las Artes y las Ciencias, no puedo evitar recordar estos dos párrafos escritos décadas atrás por Pep Llinás sobre la obra del maestro Alejandro de la Sota, y que han supuesto para mí en estos años un valioso manifiesto en base al que aproar el ejercicio de mi profesión. En ellos se contiene la esencia de una arquitectura basada en el valor de la idea, en la solidez del concepto, principios que deben prevalecer en la obra antes, durante y después de su materialización; una arquitectura ordenada, comprometida, impervertida, íntegra.


Pero por desgracia existe también otra arquitectura, siempre ha existido. Es aquella de la que se vale el gobernante (o el poderoso) para reafirmar su autocracia, y que a su vez se vale del gobernante (o el poderoso) para, en una simbiosis perversa, financiar una fastuosidad engreída y jactanciosa. Una arquitectura exhibicionista, ostentosa, impúdica; realizada por arquitectos dispuestos a poner su talento al servicio de la fama y el dinero. Ya en la antigua Tebas, los faraones se valían del colosalismo de la arquitectura para eternizar su pretendida deidad, alienando a un pueblo que se dejaba impresionar por el fausto y el alarde.

Cuatro mil años después las cosas no han cambiado mucho. Ahora los faraones viven en los palacios presidenciales, en los ayuntamientos, o en cualquier centro de poder y decisión, y siguen construyéndose templos y pirámides con la misma vocación lujuriosa y obscena, con la misma impostura que un millonario adquiere una «firma» en un lienzo para decorar su mansión.

No puedo dejar de subir cada mañana mi persiana…, la suerte es que por ello nunca olvidaré la enseñanza de Llinás y de la Sota.

Los Premios Pritzker

      No hay comentarios en Los Premios Pritzker

El panorama de la arquitectura actual parece oscilar entre dos posturas antagónicas, casi formas de ser y entender la vida. Resulta curioso ver cómo ambas se encuentran reflejadas, entre los más recientes Premios Pritzker. Los Pritzker son considerados como los equivalentes a los Premios Nobel (dado que no hay Nobel de arquitectura), bien por su cuantiosa dotación económica (100.000 $) como por su repercusión mediática. Se podría decir que no hay mayor reconocimiento para un arquitecto que dicho premio.

Por un lado, entre los premiados encontramos una glamurosa arquitectura, proyectada por los llamados arquitectos – estrella: Norman Foster (1999), pilotando su jet privado por encima de lo mundano; Rem Koolhaas (2000), alardeando de sus 250 noches al año pasadas en hoteles recorriendo sus varias oficinas por el mundo; Zaha Hadid (2004), exuberancia formal sin límite presupuestario; Richard Rogers (2007), exuberancia tecnológica y que se autodefine como “arquitecto político”; Jean Nouvel (2008), exuberancia mediática, todo carisma y polémica… Así son ellos y así es su obra. También se dice que todo «arquitecto–estrella» necesita de su «político–estrella» y, así, ambos retroalimentan el ego.

Pero, de vez en cuando, el Pritzker aterriza en un arquitecto anti-estrella. El 2009 fue para el suizo Peter Zumthor; pero quiero detenerme en el premio de este año 2010, que ha recaído en los japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa. Ambos difuminan la impronta personal dentro del equipo profesional denominado SANAA. Ganadores del concurso para la ampliación del IVAM de Valencia en 2000, Kazuyo Sejima fue invitada de honor en el acto inaugural del curso 2007 de la Universidad Politécnica de Valencia. Allí acudí a conocerla y descubrí a una persona menuda, sencilla y cercana, fiel reflejo de su obra.

Como muestra, una anécdota. Kazuyo recibió la noticia de la obtención del gran premio en metro, un domingo por la tarde, camino de su despacho; y aunque recibió el mejor galardón posible, trabajó esa noche. Porque así es ella, y así la sentí aquel día de 2007. Su obra es la más sutil y emocionante del panorama arquitectónico internacional. El jurado definió su arquitectura como “delicada y poderosa, precisa y fluida, ingenua y sagaz, y explica como pocas otras, las ventajas del trabajo en equipo”. Ajena a modas, a teorías, a detalles innecesarios, al bullicio mediático de otros arquitectos, su Arquitectura, con mayúsculas, es una enseñanza sin retórica, directa al lado más sensible de la gente. Ejemplifica el consabido lema “menos es más”, o como traducen algunos hoy “más con menos”, más belleza con menos medios. Porque su obra destila, sobre todo, pureza. Todo está perfectamente en su sitio, parece tan sencillo, tan evidente, que emociona pensar la intensa labor proyectual que hay detrás de tanta sencillez.

La arquitecta Kazujo Sejima huyó de proyectar su propia casa. “Hubiera sido difícil y caro levantar una en Tokio”. Pero pudo elegirla. “Soy una persona que necesita flores y algún árbol cerca, por eso busqué un jardín, aunque muy pequeño. Tengo cuatro árboles: un limonero, un manzano, un arándano y un naranjo chino en tres metros cuadrados. Cuidarlos me hace sentir bien. Es interesante observar los árboles y las plantas. Las flores no sólo son bonitas, sino que cambian continuamente. En un jardín, por pequeño que sea, siempre pasan muchas cosas.” Como ella misma dice: “Una casa no protege de la lluvia, hoy también debe vencer el exceso de información”. ¿Cuál sería su definición para el hogar? “Intimidad en un espacio compartido”. Y, ¿cuál es su método?: “Necesito tiempo. Nuestros proyectos han crecido y son más complejos. Para poder controlar todos los detalles necesitamos aún más tiempo”.

Así es ella, incansable y sencilla, como su Arquitectura, como toda buena Arquitectura.