En 1893 Casimiro Meseguer proyectó una gran avenida con el fin de conectar los Jardines del Real con el borde marítimo de la ciudad. La Valencia fluvial y concéntrica quería afianzar su relación con el marítimo ya iniciada con el Camino del Grao (hoy Av. del Puerto). El ingeniero ideó un eje ajustado a la ortodoxia de finales del XIX, articulador de un nuevo ensanche sobre el que desarrollar un modelo de ciudad jardín. No fue así. El proyecto acusaba el conflicto que se producía al alcanzar la trama reticular de los «poblados marítimos» y, bajo la coartada de la no pertenencia de éstos al término municipal, dejó diferida y sin resolución la decisión más trascendente. Así fué aprobado, todo un despropósito.
En consecuencia la ciudad se ha visto abocada a largos años de controversias, debates y revisionismos sin alcanzar, no ya una solución técnica viable, que muchas se han propuesto, sino un acuerdo que permitiera materializar la misma. Porque el verdadero problema radica en que, cuestiones que nunca debieron abandonar el ámbito de lo disciplinar, donde pueden catalizarse y resolverse de forma natural, han quedado expuestas durante demasiado tiempo a la agresiva erosión del ámbito público, transformándose en vanal objeto de contienda política.
Tras ciento veinte años y tres mil metros consolidados, el problema de la prolongación de la avenida de Blasco Ibañez hasta el Mar, abriéndose paso a través de la rígida trama del Cabanyal, está excesivamente contaminado como para poder resolverse satisfactoriamente. Quizás nunca se debió plantear un eje inconcluso, pero una vez iniciado su trazado éste debe concluirse de la mejor manera, y no puede aceptarse que un conjunto de políticos mantenga artificialmente la situación actual de degradación urbana y abandono de gran parte del Cabanyal.
Las ciudades, las tramas, los modelos de crecimiento se han superpuesto y articulado durante siglos, regenerando la vida que en ellos se desarrolla, transformándose para adaptarse a las nuevas necesidades sociales. Una transformación que debe hacerse con respeto hacia la historia, pero sin sometimientos, porque someterse es entrar en una vía muerta. Fué el caso de la centenaria Avenida Barón de Cárcer (Avenida del Oeste) de la que únicamente se ejecutó su primer tramo hasta el Mercado Central, quedando en el olvido las propuestas de los años 60 para que, cruzando el Barrio del Carmen, llegara hasta el viejo cauce del rio.
Esperemos que en esta ocasión sepamos, entre todos, romper la trama.
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