La No Arquitectura del Gimnasio Maravillas


«Este edificio del año 62 nació a su aire. Preocupados con los problemas urbanos, aprovechamiento del mal solar, económicos, no dio margen para preocuparse por una arquitectura determinada; por eso carece de cualquiera de ellas.[…] No sé por qué lo hice así pero lo que sí sé es que no me disgusta haberlo hecho. Creo que el no hacer Arquitectura es un camino para hacerla y todos cuantos no la hagamos habremos hecho más por ella que los que, aprendida, la siguen haciendo. »

Alejando de la Sora

Como muchos padres de hijos deportistas me veo arrastrado cada fin de semana a una sacrificada peregrinación que me lleva a recorrer las instalaciones deportivas de colegios y municipios cercanos a nuestra ciudad, donde los chavales practican su deporte favorito, que en mi caso tengo la suerte que sea el baloncesto.

Pero a diferencia de la mayoría de padres que centran su atención en los lances del juego, yo no puedo evitar observar lo penosas, deprimentes y anodinas que son la mayoría de éstas instalaciones deportivas, carentes no sólo de la mínima calidad espacial y decoro funcional que se presume a este tipo de equipamientos, sino ya de todo criterio consecuente con la aplicación del sentido común: espacios mal acondicionados, de deficiente iluminación y ventilación, aseos y vestuarios en lamentable estado, graderías inaccesibles y circulaciones irracionales. En muchos casos no son más que simples naves construidas con bloques de hormigón y cubierta de chapa, donde se ha colocado un pavimento y unas canastas.

Y cada fin de semana me invade la indignación por la manifiesta renuncia a dotar a estos edificios, tan reclamados y utilizados, de la calidad que se merecen. Renuncia de la que son responsables tanto las instituciones promotoras como, en mayor medida, los arquitectos encargados de llevarlos a cabo, que inexplicablemente desdeñan la magnífica oportunidad que representa poder abordar un proyecto en una tipología que permite trabajar con absoluta coherencia, una vez liberados del corsé residencial,  el espacio, la luz y la técnica. ¡Qué más se puede pedir!

Por eso cada fin de semana me acuerdo del gimnasio del Colegio Maravillas proyectado por Alejandro de la Sota en 1960, y de la sobria lección que (a los hechos me remito) no hemos sabido aprender. Mucho se ha escrito (o quizás no tanto o no lo suficiente) sobre esta modesta y a la vez grandiosa obra integrada en un edificio docente. De cómo resolviendo un problema se resuelven, a la vez, otros muchos no previstos. De cómo anteponer la función sin menoscabar la técnica y el decoro. De cómo sorprender con un espacio introspectivo que se aleja de lo público para hacerse especial y emocionante en lo íntimo. En definitiva, de cómo hacer arquitectura verdadera sin pretender hacerla… Eso es exactamente el gimnasio del Maravillas: un susurro magistral.

Espacio principal del gimnasio

De la Sota presumía de «quitar arquitectura a la arquitectura», de llevar su oficio a la esencia: un problema, unos medios, una solución. Ahí se encuentra la belleza.

Porque no se trata de gastar dinero, se trata de proyectar un edificio con imaginación y decisión, herramientas que todo arquitecto que se precie debería manejar. Ideas, no formas. Humor y humanidad. «Me gustó siempre hablar de la arquitectura como divertimento», dijo De la Sota, «si no se hace alegremente no es arquitectura. La emoción de la arquitectura hace sonreír, da risa. La vida, no».

Aula situada entre las cerchas que forman la cubierta

De la Sota intentó enseñar a olvidar lo aprendido en las escuelas de arquitectura para proyectar con los recuerdos atesorados: el frescor de la casa del pueblo, las vistas desde cierta terraza, el sol del amanecer entrando por la ventana….

Sus hallazgos no se pueden copiar porque sólo sirven aquí y para esto. Pero se puede aprender de ellos.

No lo olvidemos.

Alejandro de la Sota en 1962

Para saber + :
Fundación Alejandro de la Sota.
Plataforma de Arquitectura. Clásicos de arquitectura.


PD. Este post ahora publicado fue escrito hace algún tiempo. Por ello sería injusto no mencionar que gracias a la iniciativa del empresario valenciano Juan Roig y al buen hacer proyectual de ERRE arquitectura, la ciudad de Valencia disfruta en la actualidad de la llamada «Alquería del Basket», un equipamiento que ofrece las máximas prestaciones y funcionalidad para la práctica del baloncesto, donde nada se ha dejado al azar en unos espacios magníficamente iluminados y cuidados al detalle. Sin duda un buen ejemplo de lo que he querido reivindicar con esta publicación.


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